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Foto del escritorRosana Delseggio

El ABC de la Autoestima


La autoestima es la percepción y la valoración que tengo acerca de mi propia persona, esto involucra lo que pienso de mi personalidad y autoimagen, es el valor que le doy a mi persona.

Hay un gran versículo que dice: “que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.” Romanos 12:3.

Por lo tanto el concepto que tengo de mi persona debe ser “cuerdo”, debo pensar con cordura. A veces nos comparamos con otras chicas y pensamos que somos menos o que no estamos a la altura de ciertas personas, que nunca vamos a llegar a ser como tal o cual chica, o también en cuanto a nuestro aspecto exterior, siempre estamos mendigando la aprobación de otras mujeres, porque pensamos que no somos tan lindas, tan delgadas o tan populares como deberíamos ser.

La verdad es que nuestra mente por sí sola maquina muchos pensamientos engañosos, pero hay alguien que se encargó de hacernos creer que la belleza está en el exterior, o que está en llegar a tener un peso o talla específica, y con esto no estoy diciendo que no nos cuidemos o arreglemos nuestro cuerpo e imagen.

Lo que yo digo es que el príncipe de este mundo, es quien gobierna todo el sistema mundial, por ello se encargó de hacernos creer que la belleza está en el exterior, pero si analizamos un poco vemos que la belleza varía a lo largo de la historia y de cada sociedad; si hubiéramos nacido en China tendríamos que tener unos pies pequeños para que nos consideraran bellas, si hubiéramos nacido en una tribu de Tailandia, seríamos bellas si tuviéramos en el cuello un collar que nos lo alargue (mujeres cuello de jirafa) y podríamos mencionar muchos ejemplos más, pero el punto es que la belleza exterior cambia y es decidida por un grupo de hombres de turno, sin tener en cuenta lo que Dios piensa.

Para empezar a tener una autoestima equilibrada, debo aceptar todo aquello que no podemos cambiar ni controlar, por ejemplo el lugar donde nacimos, nuestros padres, nuestro color de piel, nuestra talla, nuestro pasado, etc. Puede ser que no nos guste lo que vemos cada día en el espejo, pero recordemos que hay cosas que no podemos cambiar aunque no nos gusten.

En la medida que aceptemos toda esa pesada carga, vamos a poder ser cada vez más agradecidas con lo que sí tenemos, y de a poco nuestra vida se va a preparar para el siguiente punto de comenzar a buscar nuestra identidad, quiénes somos, qué cosas nos gustan hacer, para que somos buenas, nuestras fortalezas y también nuestras debilidades, esto nos va a acercar al propósito que tiene Dios para cada una de nuestras vidas, que por cierto es único para cada una y ahí está el secreto, cuando nos damos cuenta que no debemos ser copias de otras personas y nos encontramos con nuestra individualidad, ahí es donde podemos servirle de manera única, porque no tenemos que igualar a nadie, no tenemos que competir con nadie, porque nuestro Dios se encargó de darle algo único a cada una de nosotras y para nadie más.

Entonces una vez que hayas aceptado todo lo que no podemos cambiar, hayas buscado y encontrado tu identidad, está el tercer punto que es crecer en el conocimiento y la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, si bien este punto no está en orden cronológico ya que debe ser complementario a aceptar y buscar, es inclusive dependiente de los otros, porque para poder aceptar lo que me duele y para saber quien soy necesito de su Palabra, no puedo sólo auto examinarme y dejar de lado mi crecimiento espiritual. Necesito de su Palabra para conocer la realidad de las cosas y para entender que muchas cosas que pienso en realidad son producto de este sistema, del Príncipe de este mundo, pero no necesariamente príncipe de nuestro corazón.

Su Palabra me va a ayudar y me va a guiar a pensar de mí con cordura, a no pensar más alocadamente, de manera desequilibrada, y en definitiva es su Palabra la que me va a ayudar a aceptar lo que hoy no puedo aceptar, a buscar quien soy realmente, a crecer espiritualmente y a verme como Él me ve.

Que podamos ser conquistadoras de esas pesadas cargas de dolor, engaños, mentiras y desilusión, por no ser quienes pensamos que deberíamos ser y que le preguntemos a nuestro Amado quien quiere que seamos en realidad.







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