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Foto del escritorRosana Delseggio

El duelo



Podemos definir el duelo como el proceso generado a partir de la pérdida de alguien o algo que estimamos importante en nuestra vida.

Podemos decir que el duelo que más conocemos es el que se produce por la pérdida de un ser querido, pero también hablamos de duelo cuando suceden mudanzas, divorcios o separaciones.

Lo primero que me gustaría destacar es que el duelo no es una enfermedad, es una crisis vital que cualquier persona podría llegar a atravesar, por lo tanto, las sugerencias que se dan son para prevenir a futuro que se establezca una enfermedad, pero normalmente la persona debería de terminar el proceso de duelo en un plazo de 6 meses a 2 años.

Estos tiempos son aproximados, porque tanto las pérdidas y las personas implicadas son distintas y pueden conllevar distintos tiempos en el proceso de duelo.

Sabemos que es un tema difícil ya que todos los humanos en algún momento vamos a atravesar por una separación o pérdida de un objeto o de un ser querido y necesitamos entender que esto es algo universal, implacable, radical e irreversible y no vamos a encontrar un sentido a la pérdida muy rápidamente.

Muchas veces no sabemos que decir ante un amigo o familiar que ha sufrido una pérdida y esto generalmente pasa porque desde la historia de la humanidad no ha habido respuestas a esto, y el hombre ha tratado por todos los medios de dar respuesta ante la muerte.

Como cristianos tenemos la hermosa esperanza de volver a ver a nuestros seres queridos en el cielo, por la eternidad, pero no es así con aquellos que no son hijos de Dios, y esta realidad marca una gran diferencia.

A pesar de tener esa hermosa esperanza de la eternidad, igualmente experimentamos sentimientos de dolor, de tristeza y de extrañamiento. No significa que podamos recuperarnos de manera excepcional de la pérdida de una persona, porque Dios nos ha creado con emociones y sentimientos, y la verdad es que un cristiano, también tiene que travesar por el proceso de duelo.

Vemos en la biblia, la historia tan conocida de Noemí y Ruth, donde a Noemí se le habían muerto su esposo y sus dos hijos, ante tan grande sufrimiento ella solicita cambiar su nombre a “Amarga”, cambia su identidad, antes su nombre era dulzura y pese a las pérdidas ya no lo era, luego de una serie de sucesos que van ocurriendo, la historia va cobrando otro color.


La historia muestra la realidad del dolor, la realidad de que no podemos estar sin extrañar, sin desear que lo que pasó no hubiera pasado.

Pero también esa historia nos muestra el deseo de Dios para la vida de las viudas y de los que han perdido a seres amados, Dios desea restituir y devolver una vida a la persona que sufre.

Quizás al principio es difícil pensar que se pueda volver a una normalidad, pero es esperable que de poco se pueda encontrar una vida sin la persona fallecida.

Es necesario volver a poner nuestro interés y nuestro afecto en otras cosas para seguir viviendo, e intentar comenzar a disfrutar de la vida que Dios, en definitiva, eligió para nosotros.

Como dije antes, el duelo no es una enfermedad, es una crisis, que tiene un tiempo de inicio y es esperable que tenga un cierre también, es un momento universal en el que todos vamos a estar alguna vez en nuestra vida, y no es reversible, no podemos cambiar la realidad, sólo podemos aceptarla de a poco y confiar en que Dios es un Dios que da cosas buenas a sus hijos, a pesar de que a veces eso implique un sufrimiento para ellos.


Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren”

2 Corintios 1:3-4


Me encanta pensar en este pasaje y ver como Dios puede usarnos para consolar y ayudar a otras personas que pasaron por las mismas pruebas que nosotros lo hicimos y encima poder consolar como fuimos consolados por el mismo Dios.


Es hermoso recordar también la promesa de Mateo 5:4


Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.


El desafío y paradoja es poder reservar un poco de dicha cuando sufrimos, porque sabemos que de Dios vendrá el consuelo necesario.

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