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Foto del escritorRosana Delseggio

Pureza, un término en desuso

La pureza es un término que indica que algo no tiene contaminación, aquel o aquello que está libre y exento de toda mezcla de otra cosa, se utiliza para las cosas u objetos, pero también para caracterizar ciertas áreas de la vida de una persona.

También es un término que hace referencia al ámbito de lo sexual, especialmente si alguien tiene relaciones antes del matrimonio o por fuera de él.

Pienso que la pureza excede esta limitación y hay muchos versículos que amplían el concepto, no sólo a lo sexual.

Sumamente pura es tu palabra, Y la ama tu siervo.

Salmo 119:140

Por ejemplo, aquí nos habla de que la misma Palabra de Dios, sus Escrituras, son puras en sí mismas, no están mezcladas con otras doctrinas como vemos en otras filosofías del mundo, su palabra no está contaminada con nada que nos pudiéramos imaginar.

Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; El precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos.

Salmo 19:8.

También sus mandatos, sus reglas y sus órdenes son puras, pero tienen una buena motivación, nos alumbran y nos marcan el camino por donde ir.

Y no sólo su palabra y sus preceptos son puros, sino que Dios mismo es puro.

Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.

1 Juan 3:3


Que hermoso es saber que tenemos un Dios, que no es una mezcla, no es comparable a otros dioses, que no se copia de nadie, es Único, no hay nada que se compare a su Grandeza y Majestad.

Y nuestro desafío es que si un día tenemos la esperanza de estar delante de su presencia (y ese es nuestro anhelo) vamos a purificarnos, vamos a sacar esas cosas que son de este mundo, que nos manchan y ensucian, esas cosas que hacen que las personas que nos ven no sepan si somos de acá o de allá. La esperanza de verlo nos debe motivar a cuidar nuestra esencia de cristianos.

“pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación”

1 Tesalonicenses 4:3

La pureza de nuestra vida debería no sólo estar motivada por verle, sino también porque esa clase de vida es la que Dios espera de cada uno de nosotros, su voluntad para con nosotros es la santidad, es la pureza.

La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.

Santiago 1:27

Y como dice Santiago, debemos hacer cosas para los demás, pero también encargarnos de hacer algo con nuestra propia vida, guardarnos sin mancha del mundo, no ensuciarnos con todo lo que el mundo ofrece.

Siempre pienso en la palabra “manchas”, por ejemplo, cuando ensuciamos una tela esta nunca queda igual, siempre queda un rastro, y así es el pecado, cada vez que hacemos algo el pecado nos va dejando consecuencias en nuestra vida.

Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas.

Tito 1:15

Este versículo nos habla de que nuestra mente y conciencia pueden corromperse, contaminarse, todo depende de lo que dejemos ingresar en ella, lo que vemos, en que invertimos nuestro tiempo, e inclusive a veces hacemos cosas buenas, pero con la motivación incorrecta y eso también mancha nuestro corazón, tomemos nuestra mente como aquella que procesa y elabora los pensamientos, y de donde surgen las futuras acciones que voy a poner en práctica.

Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.

Mateo 15:19

No nos olvidemos que de dentro de nuestro interior salen todas las acciones que llevamos a cabo, sean buenas o malas, es nuestra decisión ver que va a salir de allí, nuestra boca habla de lo que hay adentro, no podemos engañar ni mentir a nadie, todo lo que sale es lo que primero cultivé en mi interior, mi corazón es el asiento de todas las emociones, en el corazón se tejen mis buenos o malos sentimientos hacia los demás.

Por ello si realmente tenemos la esperanza de un día verle, cuidemos nuestra pureza, cuidemos de no contaminarnos con este mundo y lo que ofrece este mundo, pero esto no es sólo para el futuro, es para hoy también, hoy podemos estar delante de la presencia de Dios, con un corazón puro, y también con manos limpias, esas manos representan todo nuestro quehacer cotidiano, con ellas tomamos un celular, tocamos cosas para construir o para destruir, las manos son nuestro instrumento de pureza o de pecado, con ellas decidimos abrir su Palabra cada día o no hacerlo.

Por ello, su Palabra, sus preceptos y su Persona son puras en esencia, y también la voluntad de Dios para mi vida es que nosotros seamos como él, que seamos sin contaminación, pero ¿Cómo hacer esto en este mundo tan corrompido donde todo o casi todo está sucio de pecado? Lo hacemos cuidando nuestra mente, nuestro corazón y nuestras manos, que equivalen a nuestras acciones y no perdiendo la esperanza no tan lejana de que vamos a verle, y pensemos como nos gustaría que nos encuentre ese día, en pureza o en pecado.

Si bien la sociedad hoy en día ni se imagina usar este término de “pureza” nosotros como cristianos tenemos una gran responsabilidad de ser ejemplo en pureza, de no mezclar nuestras filosofías e ideologías sino realmente tomar nuestras convicciones del Dios mismo que no cambia, que es inmutable y que su Palabra y Él mismo en esencia no cambian.

Por todo esto que podamos cuidar nuestro interior, nuestra mente y corazón y así garantizamos que las acciones que se exterioricen puedan dar gloria a Dios y cumplamos así la voluntad de Dios, de apartarnos de toda contaminación para que un día, no tan lejano, estemos ante su presencia y escuchemos “Bien, buen siervo y fiel…”

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