La ansiedad es una emoción básica de todo ser humano, es la respuesta de nuestro organismo a situaciones de peligro o de cambio, es una preocupación excesiva y de temor.
Nuestro cuerpo nos avisa de esas situaciones nuevas que están por acontecer, pero ¿qué sucede cuando no se presenta ninguna situación de cambio o peligro y empiezo a sentir ansiedad a la hora de ir a comprar o de caminar por algún lugar específico? ¿O si siento ansiedad cuando veo algún objeto en especial? Lo que sucede es que la ansiedad es completamente normal en la vida de cada ser humano. Pero como dijimos al principio, si esa ansiedad, esa emoción, comienza a dominar mi conducta y mi vida, en general, ahí ya adquiere otra dimensión y tenemos que comenzar a hablar de los trastornos de la ansiedad.
Bajo estos trastornos de ansiedad hay muchos trastornos muy conocidos por nosotros, como pueden ser los ataques de pánico, las fobias o las obsesiones, todas ellas deben ser tratadas por un profesional de la salud mental. Pero este devocional no pretende abarcar la ansiedad como patógena, sino la ansiedad como normal, como esa emoción que a todos nos toca vivir, atravesar y procesar.
Y volviendo a la definición de ansiedad, recordemos que es la preocupación excesiva y el temor ante una situación de cambio o de peligro, y si pensamos en el mundo en el cual vivimos, cada vez más se presentan situaciones por las cuales sentirnos ansiosos, no sabemos si tendremos para comer en el mes, si nos pondremos de novios o nos casaremos, si podremos estudiar la carrera que deseamos, y tenemos en nuestra cabeza miles de situaciones que son buenas pero que no podemos controlar, y tampoco podemos saber con seguridad si van a suceder. La Palabra de Dios nos habla acerca de esto en el siguiente pasaje:
“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?
¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?
Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan;
pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos.
Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?
No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?
Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.
Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.”
Mateo 6:25-34
Seguramente habremos leído este pasaje muchísimas veces, pero ahora podemos resignificarlo desde este tema de la ansiedad, la preocupación, el afanarse y si leemos las palabras de Jesús, nos menciona que nos ponemos ansiosos por las cosas habituales y cotidianas, que involucran a todo ser humano, el comer y el vestirse. En este pasaje nos habla de la ansiedad propia de cada persona, por las necesidades más básicas que todos tenemos y es ahí cuando tenemos que mirar a la creación de Dios, como ese Dios que un día creó todo con su voz y hoy sigue manteniendo a la naturaleza con su alimento y vestido, el Dios de la creación convertido en el Dios de la provisión.
Y es en este contexto donde Jesús nos pregunta por el valor que tenemos, y nos pregunta, cuánto pensamos que valemos ¿Seremos menos importantes que su creación? O ¿Seremos superiores? Y la respuesta está en el pasaje: “Nosotros valemos mucho más” Entonces ¿por qué preocuparnos excesivamente o tener miedo?
Y el punto es que preocuparnos o ponernos ansiosos, no produce cambios en nuestros deseos, no podemos añadir ningún centímetro a nuestra altura, y Jesús nos dice: “No te olvides que sólo mi Padre es el que produce cambios, y hace transformaciones en la naturaleza y hace que todo funcione” y lo puede hacer también en nuestra vida, la belleza de los lirios y de las flores es creación y milagro de un Dios Sustentador y Transformador.
Y ese Dios que produce cosas bellas y las mantiene, también las puede producir en nosotros, si tenemos un poco de fe como un grano de mostaza, y por ello , fe y ansiedad, no pueden convivir, si realmente tenemos fe en ese Dios de provisión no podremos tener ansiedad, o temor del futuro, porque tenemos fe, porque creemos en eso que no vemos pero que Dios promete, porque Él nos conoce más que a nadie y sabe de cada necesidad que tenemos en nuestra intimidad y sabemos lo que valemos para Él, que le costamos a su Hijo en la cruz, por eso nunca dudemos del valor que tenemos para nuestro Amoroso Dios.
Ese valor especial nos marca una gran diferencia con los que no tienen a Jesús en su corazón, porque nuestro valor es único y Dios sabe de todo lo que precisamos. No necesitamos afanarnos por el alimento o el vestido, Dios nos propone que pongamos nuestras prioridades en orden, que busquemos de sus cosas y de lo demás se encarga Él. Tener fe no implica que no debemos trabajar y procurar nuestro sustento personal, pero el punto es no preocuparnos en exceso porque sabemos que tenemos un Gran Dios que está enterado de nuestros detalles y que sabe acerca de todos ellos.
Es tan llamativo ver cómo la ansiedad, se relaciona con el valor que pensamos que Dios tiene de nosotros, si comprendiéramos que el Dios de toda la creación está atento a todo lo que necesitamos, realmente no nos pondríamos afanosos por necesidades básicas, mismo la fe en sus promesas contribuye a bajar el nivel de ansiedad. Si Él nos promete algo lo va a cumplir, porque no puede negarse a sí mismo.
El pasaje bíblico nos hablaba en cuanto al orden de prioridades en nuestra vida, debemos luchar por su reino y por el día de hoy, debo ocuparme por lo que Dios trae en el día, el día de mañana va a traer su propia ansiedad y eso corresponde al mañana, que primero podamos resolver el día a día, el desafío de lo que Dios permite, sin preocuparnos por lo que el futuro traerá.
“Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos;
cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece”.
Santiago 4:13-14
Y la verdad es que nuestra vida es pasajera y se desvanece muy rápidamente, por ello el Señor nos pide que nos enfoquemos en sus cosas, que no estemos ansiosos, porque la preocupación excesiva no genera fruto ni cambios, como no podemos añadir nada a nuestra altura, tampoco podemos ponernos ansiosos por lo que habrá de venir, por que nuestra vida es como una neblina, y quizás ni siquiera estaremos el día de mañana por el cual nos pusimos ansiosos.
Jesús sabía, en su eterna sabiduría, que deberíamos aprender a manejar, contentarnos y controlar las ocupaciones del día a día, en cuanto a las del futuro se encargará Él.
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